-Disculpe, ¿usted sabe por qué se llama así el pueblo?
-No, la verdad que no sabría decirle. Tal vez tendría que preguntarle a alguno de los más viejos.
No todos conocen la razón del nombre del pueblo. Por supuesto que lo reconocen como tal, y lo tienen asumido con orgullo, pero son muy pocos los que tiene registro de los orígenes del nombre.
Yonopongo está ubicado en el sur tucumano, a la vera de la ruta 38, pertenece a la comuna de León Rougués, en el Departamento Monteros. Es un pueblo sin plaza, pero igual todos se conocen. La mayoría de los pobladores trabaja en la cosecha del limón. Todos los días, antes del amanecer, llegan los ómnibus que buscan a los cosecheros para llevarlos a las fincas de citrus. Otros trabajan en la caña de azúcar. Algunos se dedican a la construcción. A los costados de las calles de tierra pueden verse las grandes extensiones de cañaverales. También hay carros cañeros y algunas casas abandonadas. Si lo que se busca es el mismo centro del pueblo hay que llegar hasta “la cancha del 25”. Se trata del club 25 de Mayo, que concentra toda la vida social y deportiva de Yonopongo. Este mes cumple 100 años. Por eso, toda la comunidad se prepara para celebrar con una gran fiesta el jueves próximo. Para empezar el feriado se servirá un chocolate caliente; después se oficiará una misa; al mediodía se compartirá una gran locreada; también se verá un desfile escolar, llegarán caballerías de gauchos, un grupo de danzas folclóricas y actuarán “Los Avelinos”.
Cada uno de los habitantes pone su granito de arena para la gran fiesta. El miércoles a la tarde, las mujeres estaban listas para “blanquear” las paredes y las tribunas del club; mientras los hombres iban a ocuparse de colocar cerámicos en las mesadas donde se sentarán a comer el locro del centenario.
Yonopongo tiene su propio espacio de baile. Los sábados hace furor el club “Monumental”, un local bailable, donde concurren en familia. Para el fin de semana, en un pizarrón negro se anuncia:
-El Grupo Impacto, la retro 2, cantan Romi y Abel. Entrada $ 50.
Héctor Orellana tiene 70 años. Nació en Yonopongo; a los 20 años se fue a Buenos Aires a buscar empleo. Vivió 49 años en Rafael Castillo (Capital Federal), pero el año pasado volvió a su lugar en el mundo. “Aquí tengo mis raíces -dice con orgullo-; de aquí no me voy más; de aquí me van a sacar muerto”, agrega.
El hombre es uno de los pocos que conoce el origen del nombre del pueblo. A su lado, Vilma Gómez lo interrumpe para decir que lo mejor del pueblo es que todos los vecinos son muy solidarios. “Aquí si le pasa algo a alguien y a la hora que sea, ahí nomás ya estamos todos ayudando, dando una mano”, explica. Liliana Costilla, otra vecina nacida y criada en el lugar, dice que lo mejor es la tranquilidad con la que se vive. “Aquí no ha entrado la droga”, asegura con la frente en alto.
En un instante aparece Inés Díaz. La mujer detalla que el grupo Awankay llegará desde Florencio Varela (Buenos Aires) para bailar en la fiesta del club 25 de Mayo. “Son como 30 personas que hacen baile de folclore tradicional y estilizado”, detalla.
En Yonopongo no hay iglesia, pero igual tienen misa una vez por mes. En una esquina armaron una gruta en honor a San Cayetano. Con el aporte de los vecinos y de algunos dirigentes políticos se construyó la gruta del santo patrono del pueblo. “El día 7 de cada mes se hace la misa con el padre Arnaldo, que viene desde Monteros”, dice Ramona Correa, de 73 años. En la zona hay tres escuelas para que los chicos estudien: la escuela 121, la 281 y la 13. Esta última incorpora el secundario durante el turno tarde.
LA REFERENCIA. El curioso nombre del pueblo, al costado de la ruta.
Domingo Cruz es el tesorero del club. Ennumera todas las gestiones que hicieron para conseguir que el 25 de Mayo sea una gran fiesta en Yonopongo. Dice que Mario Leito, el actual presidente del Club Atlético Tucumán, donó camisetas, porque su padre llegó a ser presidente del club de Yonopongo. También resalta que en su infancia el actual ministro de Gobierno, Regino Amado, iba a jugar a la pelota en esa misma cancha. ¿Y qué tal era para el fútbol?, se le pregunta. Cruz muestra una sonrisa pícara, duda un instante, y después mueve la mano derecha como diciendo “más o menos”.
Los sábados a la tarde y los domingos se juegan campeonatos de fútbol de la Liga Municipal y de los veteranos. También hay un equipo de chicos que entrenan y representan al pueblo. Por eso los fines de semana, el centro del pueblo (la cancha del 25) vive repleto de visitas. “También le prestamos el club para los vecinos que necesitan hacer una colecta por alguna cuestión de salud de un familiar; se arma una lotería a beneficio”, resalta Cruz, el tesorero del club.
Los vecinos forman un círculo en el que todos conversan y se ríen y se entusiasman con la fiesta del 25. Orellana, el vecino que se fue a Buenos Aires, pero que volvió para quedarse en el pueblo, conoce la respuesta del gran interrogante. ¿Por qué se llama así el pueblo?...
-Lo que yo sé es por lo que contaban mis hermanos que eran más grandes -explica en medio del círculo de gente-. Dicen que el gobierno mandó a tres hombres a caballo para bautizar al lugar. Entonces se hizo una reunión como esta que hay aquí ahora -detalla señalando el círculo a su alrededor-; y le preguntaron a un vecino ¿qué nombre le pone al pueblo?, pero el primero le dijo: yo no pongo; después le preguntaron al segundo y también dijo: yo no pongo nombre. Parece que, en ese tiempo, había que pagar unos gastos administrativos para bautizar al pueblo y por eso no querían proponer un nombre; cuando le preguntaron al tercero también respondió igual y a los enviados del gobierno no les ocurrió mejor idea que registrarlo así de simple y escrito como una sola palabra: Yonopongo”.
> Bautismo
La calle de tierra del centro del pueblo todavía no tiene nombre
Una anécdota que genera algunas risas todavía en el pueblo es que la calle principal no fue bautizada. Esa arteria de tierra está rodeada de casas, en la zona más urbana, y de cañaverales sigue sin nombre. Al ser consultados por este tema, los pobladores dicen que empezaron las gestiones para designarle una identidad a la calle que cruza todo el pueblo. “No vaya a ser cosa que a la hora de elegir el nombre, después empiecen a decir yo no pongo”, comenta un vecino y todos se ríen.
> Devotos
El día 7 de cada mes, el padre Arnaldo llega al pueblo para dar misa
Hace más de 15 años se puso el primer ladrillo para empezar a construir una gruta en el pueblo. Ramona Correa, de 73 años, presume de lo linda que quedó la gruta, que se hizo gracia a la colaboración de los vecinos a través de la Escuela de Adultos. Ella se ocupa de mantener la limpieza del lugar. “Aquí se hace la misa del padre Arnaldo”, dice la mujer. El día 7 de cada mes se realiza el oficio religioso en honor al patrono del trabajo San Cayetano. Tanto esfuerzo tuvo su recompensa, porque también lograron colocar la iluminación en esa esquina del pueblo.
>Por correo
“Somos famosos por el nombre” dicen con orgullo los pobladores
“Cuando vamos a Monteros por algún trámite nos preguntan de dónde somos y decimos: Yonopongo y se ríen”, relata Liliana Costilla. La vecina lo toma con buen sentido del humor. Ella siente orgullo de su lugar de residencia. A su lado, Vilma Gómez dice que el pueblo es muy conocido en todo el sur tucumano. “Somos famosos por el nombre”, resalta riéndose. Cuando llega una carta por correo postal o la boleta de la luz, en el sobre dice el nombre del destinatario y la dirección es Yonopongo, Monteros.